Fotografía De izquierda a derecha Gloria Hernández, Julio Serrano, Jorge Galán y Hanna Orellana
En el marco del Festival Centroamérica Cuenta, el pasado viernes 23 de abril se celebró en Ciudad de Guatemala el conversatorio “Inventar mundos, formar lectores: el poder de la literatura infantil y juvenil”, un espacio que marca el inicio de una nueva etapa de colaboración entre Libros para Niños y este encuentro literario, a través de ¡Contar a los Niños!, para seguir ampliando y fortaleciendo el diálogo en torno a la literatura infantil y juvenil en la región.
El encuentro, moderado por Hanna Orellana Beitze, editora literaria de Santillana Guatemala, reunió a los escritores Julio Serrano Echeverría (Guatemala), Gloria Hernández (Guatemala) y Jorge Galán (El Salvador), quienes compartieron sus recorridos personales con la literatura y reflexionaron sobre el papel de la LIJ en la formación de lectores curiosos, sensibles y críticos.
Leer para sentir, leer para entender
Uno de los ejes centrales del conversatorio fue la capacidad de la literatura para formar empatía. Hanna Orellana recordó estudios que han demostrado que la lectura de ficción –en particular aquella que invita al lector a completar sentidos y enfrentarse a realidades distintas a las propias– desarrolla habilidades cognitivas y emocionales clave, como la teoría de la mente. “La literatura que permite inferir, que deja espacio al lector para construir, es la que mejor desarrolla la empatía”, citó.
Los autores compartieron cómo su propia relación con la lectura comenzó de forma tardía o inesperada. Julio Serrano habló de cómo los boleros lo acercaron por primera vez al poder de la palabra; Gloria Hernández evocó su fascinación por Las mil y una noches; y Jorge Galán confesó que no fue hasta los 15 años que encontró un verdadero vínculo con los libros.
Escribir desde el respeto, leer sin censura
Más allá del acceso a los libros, los participantes coincidieron en que escribir para niños exige un profundo respeto por su capacidad de comprensión, emoción y pensamiento. “No se trata de imponer moralejas ni de convertir cada historia en una lección didáctica”, subrayó Hanna Orellana. “La literatura infantil debe ofrecer placer, emoción, descubrimiento”.
Sin embargo, a ese respeto necesario se ha sumado otro desafío histórico: la censura. No siempre en su forma política —aunque también existe—, sino como una forma más sutil ejercida por padres, maestros y formadores que, en su afán por proteger, terminan privando a los niños de historias que reflejan el mundo tal como es. “Muchas veces se parte de la idea de que hay que cuidar a los niños de ciertos temas, pero ese cuidado puede convertirse en un obstáculo para que comprendan el entorno en el que viven”, advirtió Orellana.
Julio Serrano habló del papel del “duende” en los textos infantiles: ese componente lúdico, mágico e indescifrable que hace que volvamos una y otra vez a un mismo libro y que cada lectura nos diga algo nuevo. Esto de alguna manera se refleja en experiencias con jóvenes lectores que se han apropiado de sus historias, llevándolas a sus vidas cotidianas, escribiendo cartas o incluso durmiendo con sus libros bajo la almohada.
Desmontar prejuicios, conquistar espacios
Uno de los temas que atravesó la conversación fue el lugar que ocupa la literatura infantil en el ecosistema cultural. Persisten prejuicios que la colocan como una literatura “menor” frente a la llamada “literatura seria”, un estigma que muchos autores aún enfrentan. “Nos contaban que hay quien, incluso con varios libros publicados para niños, sigue escuchando preguntas como: ‘¿cuándo vas a escribir de verdad?’”, relató Orellana.
En este sentido, los participantes señalaron la necesidad de que la LIJ ocupe espacios de mayor visibilidad dentro de los festivales y circuitos literarios, no como programación paralela o secundaria, sino como parte sustancial del quehacer literario de una región. “Escribir literatura para niños no solo es una apuesta estética, también es una apuesta política y cultural”, expresó la moderadora.
Literatura para cruzar puentes
Finalmente, el conversatorio destacó la función esencial de la literatura como puente: entre generaciones, entre culturas, entre emociones. “Más allá de lo que aún falta por conquistar, este espacio fue un recordatorio de la magia que encierra la literatura infantil: ese encuentro que transforma tanto al lector como al autor”, concluyó Hanna Orellana.
Este primer conversatorio en el marco de ¡Contar a los Niños! y Centroamérica Cuenta abre una espacio para seguir posicionando la LIJ como un campo importante del pensamiento, la creación y la transformación social en la región.