Andrea Lineros, asesora en innovación tecnológica en Barrilete (Costa Rica), una organización y editorial que impulsa proyectos en la intersección entre tecnología, educación y cultura, participó en junio de 2025 como invitada en el Primer Encuentro de Literatura Infantil Centro de América, realizado en Ciudad de Guatemala. Durante el evento tomó notas de cada actividad y redactó un breve texto de reflexión sobre la relación entre literatura infantil e inteligencia artificial, lo que motivó la realización de esta entrevista.
Su trabajo, explica, “gira en torno a cómo hacer que la tecnología tenga un rostro humano, que no innove solo por innovar, sino que genere impacto social. La literatura infantil apareció en este camino gracias a Barrilete y a este evento centroamericano, donde aprendí muchísimo y entendí que ahí es donde empieza todo.”
Lineros es ingeniera en informática, administradora de negocios, docente universitaria y ha trabajado como gerente de proyectos de desarrollo de software en el sector bancario. Sin embargo, reconoce que “la construcción de la imaginación, la identidad y la empatía, lo que se siembra en la infancia a través de los libros, permanece para toda la vida como una base.”
Para ella, participar en el Encuentro fue “una experiencia muy significativa”. Llegó con una “mochila digital” cargada de aprendizajes tecnológicos y con la convicción de que literatura e innovación no deberían concebirse como mundos opuestos, sino como ámbitos que pueden complementarse y abrir nuevas posibilidades para las infancias de la región.
Con el propósito de profundizar en este tema tan amplio y novedoso, transversal a la vida contemporánea, y de explorar con mayor detalle los vínculos, oportunidades y riesgos que plantea la inteligencia artificial en el campo de la literatura infantil, Libros para Niños entrevistó a Andrea Lineros para ampliar esta reflexión.
En tu escrito mencionaste que llegaste con “una mochila distinta” al encuentro, cargada de preguntas y aprendizajes desde lo digital y que la tecnología no debe ser enemiga del papel ni de la voz. ¿Cuáles son hoy los grandes desafíos para que la inteligencia artificial y la literatura infantil no compitan entre sí, sino que dialoguen y se potencien mutuamente?
Creo que el mayor desafío es superar esta falsa dicotomía de libro versus pantalla o de inteligencia artificial versus mediador.
La literatura y la inteligencia artificial no deberían competir porque cumplen roles diferentes. Lo que sí tenemos que cuidar es cómo se diseña y cómo se aplica la tecnología. Si se hace desde parámetros globales que no entienden nuestras realidades, vamos a terminar silenciando voces en lugar de amplificarlas.
Creo que otro gran reto es la equidad. El acceso desigual a la conectividad, a dispositivos o a recursos digitales son temas que pueden ampliar brechas si no se piensa desde la inclusión y la literatura infantil siempre ha sido un puente hacia la imaginación. Entonces, la inteligencia artificial debe ayudar a fortalecer ese puente y no a levantar muros.
Y necesitamos herramientas que se integren en la experiencia del lector. Una ya que facilite, por ejemplo, la traducción de cuentos a lenguas indígenas o que permita narraciones accesibles para niños que tengan discapacidad visual o auditiva que acompaña a los mediadores con recursos pedagógicos.
Ese es el tipo de diálogo que tenemos que buscar, donde la técnica se ponga, como dije en el escrito, al servicio de la ternura y no al revés.
Hablaste de la ausencia de memoria cultural en las herramientas digitales, de que “los modelos de IA no han escuchado los cuentos de los abuelos” o que reconozcan lenguas originarias como el Kriol o el Bribri ¿Qué caminos imaginas para que las lenguas originarias y las memorias familiares, tradición oral, etc, se integren en el desarrollo tecnológico?
En Barrilete hemos aprendido que los proyectos más poderosos son aquellos que hacen protagonistas a las comunidades. Un buen ejemplo es un libro que creamos con la niñez de la comunidad Nobegulet, que es un pueblo indígena que habita en Panamá y en el Caribe Sur de Costa Rica. Esta niñez no solo fue receptora de historia, sino que también fueron autores de un cuento completo.
Ellos pusieron las palabras, las imágenes, su visión del mundo, es de esos proyectos que te muestran que la literatura infantil puede ser un espacio para una voz auténtica, no para hablar en nombre de otros. Y aquí es donde yo creo que la IA puede ser un gran aliado en este tipo de procesos.
Puede ayudar a preservar esos textos en formatos digitales accesibles, traducirlos a otros idiomas para que circulen más allá de las comunidades e incluso crear repositorios activos donde esas voces sean reconocidas como parte del patrimonio cultural.
Yo creo que el reto está en hacerlo con respeto y con consentimiento para que se garantice que la tecnología no se convierta en no un nuevo filtro colonial, sino más bien en un amplificador de esa riqueza cultural que ya existe.
Uno de tus llamados fue a pensar en la accesibilidad como un reto pendiente. Desde tu experiencia, ¿qué condiciones mínimas debería cumplir la tecnología para realmente abrir puertas a las infancias y no profundizar brechas?
Lo primero es reconocer que la accesibilidad no es un plus, es una condición mínima. Una tecnología pensada para la infancia tiene que ser inclusiva, tiene que ser simple y tiene que ser adaptable.
Inclusiva en lenguas, en capacidades, en formatos que un niño con baja visión pueda escuchar el cuento en audio, que un niño que habla creole pueda leerlo en su idioma, que una niña en una zona rural pueda acceder al material sin tener una conexión constante a internet, tiene que ser simple en su uso porque no todos los docentes o mediadores tenemos formación digital avanzada.
Una plataforma complicada puede excluir y además ser adaptable a condiciones del entorno porque en muchos lugares no hay internet estable, no hay dispositivos de última generación y la tecnología debe funcionar también en contextos de baja conectividad y con celulares básicos. Aquí hay algo clave, la accesibilidad también pasa por el costo. No podemos hablar de inclusión si las herramientas quedan reservadas a una élite.
Y la literatura infantil ha sido históricamente promovida como un derecho y la tecnología no puede llegar a convertirla en un lujo.
Dijiste que no buscas una tecnología que reemplace, sino que respete y amplifique. ¿Cómo debería darse esa colaboración concreta entre editores, escritores, ilustradores para estar acordes con el desarrollo de la inteligencia artificial y quizá moldearla a sus intereses?
La colaboración debería empezar desde el inicio, no cuando la tecnología ya está hecha. O sea, la edición, escritura, la ilustración tienen mucho que decir sobre cómo debe ser una inteligencia artificial que acompaña la literatura infantil.
Por ejemplo, en Barrilete se impulsan proyectos como palabras para hacer un fuego, que es una antología, un libro que reúne a escritoras de distintos países de América Latina y que refleja temas urgentes de nuestra identidad, la migración, el medioambiente, la amistad, la independencia, los datos y los lazos familiares.
Y este es el tipo de proyecto que demuestra cómo la diversidad de voces puede transformar la mirada sobre la literatura infantil y juvenil. Aquí es donde la inteligencia artificial puede acompañar estas iniciativas no para sustituir la creación sino para multiplicar su alcance.
Si, por ejemplo, traducimos los relatos a lenguas indígenas, si creamos versiones accesibles para niñas con discapacidad visual o si desarrollamos materiales pedagógicos para que lleguen a las escuelas rurales, ahí podemos estar haciendo una diferencia.
La clave está en que los creadores sean parte de la conversación que definan qué puede y qué no puede hacer la inteligencia artificial con sus obras por porque así logramos que la tecnología respete y amplifique en lugar de reemplazar, de distorsionar o hasta disminuir la la democratización y el acceso a la tecnología.
Cerraste con una idea poderosa: que la técnica se abrace con la ternura. ¿Podrías compartir un ejemplo —real o ideal— de cómo esa unión podría transformar la experiencia de lectura de los niños en Centroamérica?
Bueno, como ya añadí algunos ejemplos de barrilete, me gustaría pensar en una creación de una biblioteca digital comunitaria que funcione en cualquier celular básico sin conexión constante, que tenga cuentos narrados en lenguas originarias con interacción, accesibilidad. La IA podría encargarse de traducir, adaptar a diferentes edades, crear audiocuentos inclusivos, pero siempre tiene que respetar la voz original de los autores.
Imagínense a un niño que no ve y Googlee, que abre la aplicación y encuentra un cuento escrito por otros niños de su comunidad, acompañado de narración en su lengua, imágenes creadas por ellos mismos, o una niña en un barrio urbano que descubre palabras para hacer un fuego con historias que reflejan los dilemas que su misma familia vive.
Eso es a lo que me refiero con un abrazo entre técnica y la comunidad, una tecnología que no reemplaza la lectura, sino que la hace más cercana, más accesible y, por supuesto, más humana.