Agustín Montes tiene el privilegio de ser heredero de una librería casi centenaria en Tegucigalpa, Honduras. Se trata de la reconocida Libreria Navarro, un emprendimiento familiar fundado por su abuelo Miguel Navarro en la década de 1930 como una tienda escolar “lo que se juntaba bien con su profesión de profesor”, explica.
Sin embargo, la historia de la librería no ha estado exenta de interrupciones. En los años 40, don Miguel fue exiliado a Guatemala por motivos políticos. Regresó a Honduras a principios de los años 50 para “rehacer su vida profesional” y reabrir la librería luego de ese cierre forzado.
A partir de entonces, “empieza una labor continua en el espacio de la educación, que incluye la autoría y edición de libros de lectura y estudios sociales para nivel primario”, nos cuenta Agustin. A esta labor se sumaron su madre Rosario y su tío Julio en esa misma década.
Fue en 1996, menos de un mes después de graduarse de la universidad, que Agustín se integró a la librería. “Tal vez esa es una característica simpática de este negocio de tercera generación: que mi madre aún me ve como la influencia joven, cincuentón y con treinta años de experiencia.”
Consciente del recorrido histórico que ha marcado la Librería Navarro, Agustín expresa un profundo agradecimiento al pueblo hondureño: son ellos, dice, quienes los han sostenido durante casi un siglo.
Las librerías resisten, pero no deberían estar solas
Sin el esfuerzo por sobrevivir de parte de las librerías en Honduras, “los lectores estarían desamparados”. Así lo afirma Agustín Montes, sin ánimo de “exagerar”. Para él, el ambiente cultural del país “se caracteriza por mucha ilusión y compromiso de sus actores, y poco interés de quienes tienen las condiciones para hacer sostenible el crecimiento económico y cualitativo del sector”.
El mayor desafío, señala, es lograr que el libro ocupe un lugar prioritario en los hábitos de consumo de la población. Además, subraya la necesidad urgente de “reconocimiento y respeto a los recursos que se le deben brindar a la educación como vehículo de desarrollo personal y colectivo”.
Navarro: una librería entre el riesgo y la vocación de lectura.
Desarrollar un catálogo implica un proceso de curaduría que refleja una visión editorial, así como un diálogo constante con los lectores. En el caso de la Librería Navarro, “el interés de nuestro público en tienda se ha concentrado tradicionalmente en las humanidades, ciencias sociales, ensayo y divulgación científica”, explica Agustín Montes.
Pero su criterio editorial no se limita a lo que se vende más. También apuesta por libros que responden a intereses específicos y por aquellos que, aun sin garantías de rotación, merecen un espacio: “damos cabida a libros pensando que está bien que no los vendamos; que los tenemos para cumplir una función de librería.”
Para Agustín, el reto está en encontrar un equilibrio entre el éxito comercial y el compromiso con lectores curiosos e inquietos: “el potencial de tener un libro vital para alguien nos inspira a tomar riesgos en la medida de lo posible.”
Respecto a su selección de literatura infantil, sostiene: “nos gusta tener libros que den al lector la ‘bofetada’ descrita por Aidan Chambers en sus Conversaciones. Nos interesa defender libros que rechazan las fórmulas de edulcoración de la producción meramente comercial.” Por eso, apuestan por el poder del libro álbum como herramienta para formar lectores sensibles y con pensamiento crítico.
En cuanto a la producción hondureña y centroamericana, Agustín reconoce que la demanda sigue siendo marcada por el público. Aun así, expresa su deseo de que en el futuro se abran más espacios para colaborar con editoriales y autores nacionales y regionales.
El fomento a la lectura en contextos vulnerables
A propósito del Primer Encuentro de Literatura Infantil Centro de América, uno de los proyectos que se presentará es la experiencia de lectura en el botadero municipal de Tegucigalpa, impulsada por el promotor hondureño Nelson Rodríguez, quien participará en el conversatorio “Reconociéndonos: Proyectos emblemáticos en la región”.
En ese sentido Agustín nos cuenta que en algún momento Nelson lo invitó a leer a los niños de dicho botadero y nos comparte lo que significó para él esa vivencia: “soy creyente en el efecto mariposa; pequeños factores llegan a tener grandes impactos en los resultados”.
Además de esta experiencia, Agustín ha participado en sesiones de lectura en una sala cuna dentro de una cárcel, en colonias económicamente marginadas y en hospitales. A partir de estas vivencias, reflexiona: “todos estos espacios tienen en común la generosidad de los niños y sus madres para poner atención, abrir sus mentes al momento de la lectura e ilusionarse con las historias”.
Para él, la lectura en contextos de vulnerabilidad tiene un profundo valor simbólico y emocional. La capacidad humana de encontrar humor, exaltación y esperanza en medio de la adversidad —dice— permite acceder, aunque sea de forma transitoria, a una transformación significativa. Y esa transformación, por mínima que sea, traza el camino hacia una ciudadanía más sensible y con fe en su propio potencial.
El intercambio para integrar la cadena del libro en la región.
Agustín Montes cierra su conversación con Libros para Niños subrayando la importancia de espacios como el Primer Encuentro de Literatura Infantil Centro de América, que permiten tender puentes en la región.
“Nos interesa el intercambio de experiencias e ideas sobre la integración de la cadena del libro -señala-, desde descubrir y desarrollar talento creativo hasta encontrar fuentes de financiamiento para la promoción de la lectura a la escala que necesitan nuestros países.”